Demarquía
La demarquía o también llamada estococracia, es una forma de gobierno democrático, donde quienes detentan el poder no son elegidos por el voto popular, sino que resultan de un sorteo.
Exige que todos los ciudadanos tengan la formación suficiente para poder asumir un cargo de gobierno porque resultan escogidos por el azar, sin necesidad de que sean postulados por partidos políticos, los que pierden su razón de ser. Esto estimula la conciencia ciudadana y obliga a toda la población a involucrarse en los temas del bien común, ya que cualquiera podría eventualmente llegar a ser un gobernante, si su nombre el desinsaculado en el sorteo.
Además, permite que la conducción política no sea detentada por un grupo de personas que se arrogan el derecho de presidir los partidos y repartir los cargos a su antojo y conveniencia. Otra ventaja es la eliminación de los enormes gastos que demanda el proceso eleccionario.
El nombre demarquía, fue usado por primera vez en el siglo XX, por el profesor de Sociología Peter Dienel, y el filósofo austriaco Friedrich August von Hayek, autor de “Ley, legislación y libertad”, siendo el filósofo australiano John Burnheim, profesor de la universidad de Sídney, quien lo desarrolló en su obra “¿Es posible la democracia? La alternativa a la política electoral”, donde consideró que este era el modo de selección propicia para el ejercicio del Poder Ejecutivo unipersonal o para la integración del Poder Legislativo, como cuerpo deliberativo. El Poder Judicial no sería de elección por sorteo entre todos los ciudadanos, pues requiere un conocimiento jurídico específico, pudiendo hacerse el sorteo, solo entre quienes tengan la formación legal adecuada.
Este método de selección de gobernantes fue usado en la primera expresión de la democracia, que fue la ateniense, donde no era representativa, sino directa. Sin embargo, no se limitó este pensamiento a la antigüedad griega, sino que elegir a los gobernantes por sorteo, según el filósofo iluminista Montesquieu era esencial a la democracia, siendo la elección popular característica de la aristocracia. En sentido similar se expresó Rousseau.
Como problema, es que no todos los ciudadanos están interesados en los problemas políticos, aun cuando se invirtiera en la educación cívica de la población; pero este inconveniente se resuelve haciendo participar en el sorteo, solo a aquellos ciudadanos mayores de edad, que hayan elegido voluntariamente participar del mismo.