La ciudadanía
“Ciudadano” proviene de la palabra ciudad, que a su vez deriva del latín “civitas” que significa la organización estatal conformada por ciudadanos (civis).
En la antigua Atenas donde se practicaba el sistema político de la Democracia Directa, eran ciudadanos los habitantes mayores de 20 años, varones y libres, que debatían sobre los asuntos importantes de gobierno reunidos en la plaza pública. Solo en este pequeño terruño de la antigüedad pudo hablarse de ciudadanos. Según Aristóteles lo fundamental para llamar a alguien así, no era haber nacido en un estado determinado, sino participar en la Asamblea y en la administración de las cosas públicas.
Este concepto desapareció durante la Edad Media que impuso un sistema feudal, donde los vasallos no eran ciudadanos y carecían de derechos políticos. Eran súbditos, ya que solo se limitaban a obedecer las órdenes de un soberano. Ser ciudadano es gozar fundamentalmente de derechos de participación política, actuando activamente de los asuntos de su comunidad.
Fue durante los siglos XVII y XVIII cuando comenzó a gestarse el moderno concepto de ciudadanía, cuando las revoluciones burguesas, sobre todo la Revolución Francesa, comenzaron a demandar un espacio de participación política para los habitantes del estado.
Actualmente ser ciudadano significa poseer todos los derechos reconocidos por las leyes del estado al que se pertenece, los civiles, los sociales, los económicos, los culturales y los políticos.
La participación política del ciudadano puede ser activa cuando integra partidos políticos, se postula para candidato en las elecciones, participa en iniciativas populares, etcétera, o puede ser delegativa cuando cumple con su obligación de sufragar o integra una mesa electoral durante las elecciones.
No todos los habitantes de un estado revisten la calidad de ciudadanos. Los nacidos en el territorio de un estado serán ciudadanos cuando cumplan una edad determinada legalmente, y si son extranjeros, o sea, nacidos en otro estado, pueden adquirir la ciudadanía de otro estado cumpliendo los requisitos que se les soliciten en ese estado (generalmente tener un oficio estable, buena conducta y ciertos años de residencia en el país). Esta ciudadanía se denomina por nacionalización o naturalización.
El artículo 15 de la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948 expresa el derecho de toda persona a una nacionalidad, y que nadie arbitrariamente puede ser privado de ella ni del derecho de cambiarla. Sin embargo la nacionalidad es un concepto mucho más amplio que el de ciudadanía, ya que muchos nacionales no poseen derechos políticos, como los menores de edad.
Ser ciudadano es una concesión legal, pero también es un sentimiento personal, que debe gestarse para que ese sentimiento de pertenencia se traduzca en una necesidad de querer a una nación, para luchar por ella, desde el trabajo o el estudio, para ser un miembro útil de la comunidad y sentir deseos de conocer las necesidades de todos, para contribuir a satisfacerlas. Votar en las elecciones no por obligación sino con convicción, ya que la democracia se fortalece solo con ciudadanos comprometidos con su entorno, no encapsulados en sus propias necesidades sino en las de todos sus conciudadanos. Un ejercicio pleno de la ciudadanía implica el goce de los derechos civiles y políticos, la facultad de intervenir en la producción de bienes, trabajando para sí y para la sociedad, y el de participar en la vida cultural.