Diferencia entre trabajo y empleo
Todo empleo es un trabajo, pero no todo trabajo es un empleo, porque existen trabajos, o sea esfuerzos físicos y/o mentales que no tienen una remuneración o contraprestación económica, y por ende son trabajos pero no empleos. También son trabajos y no empleos los que si bien son remunerados, se hacen por cuenta propia y no a las órdenes de un empleador. En este caso, se trata de trabajadores autónomos. El que realiza un trabajo se denomina trabajador; el que tiene un empleo, empleado. Los empleados son a la vez, trabajadores y empleados.
Además, es importante destacar que existen diferentes tipos de empleos y trabajos, y cada uno tiene sus propias características y desafíos. Por ejemplo, un empleo a tiempo completo generalmente implica trabajar al menos 40 horas a la semana para un empleador, mientras que un empleo a tiempo parcial implica trabajar menos horas. Un empleo temporal es aquel que tiene una duración limitada, mientras que un empleo permanente no tiene una fecha de finalización predeterminada.
Por otro lado, un trabajo puede ser cualquier actividad que requiere esfuerzo, ya sea físico o mental. Esto puede incluir tareas domésticas, voluntariado, cuidado de niños, jardinería, entre otros. Estos trabajos pueden ser igual de exigentes y satisfactorios que un empleo remunerado, aunque no proporcionen un ingreso.
Cuando a un estudiante se le dice que trabajó mucho en clase, o a una ama de casa que gracias a su trabajo la familia goza de mucho bienestar, se quiere significar que el que ha trabajado se ha esforzado en conseguir un resultado óptimo, pero si no se le paga por ello, no será un empleo: Ejemplos: “Mi padre trabajó arreglando el jardín toda la tarde en vez de descansar en su día libre” o “Mi trabajo es muy ingrato, me esfuerzo en cuidar la casa y los niños, pero no tengo salario”.
Un obrero de una fábrica, un dependiente de un comercio, una trabajadora del servicio doméstico, son trabajadores, pero además, son empleados pues cobran un salario por poner su fuerza de trabajo a disposición del jefe, patrón o empleador, que puede ser una persona física o jurídica, pública o privada. Por ejemplo un maestro que realiza su actividad en una escuela pública es un trabajador y un empleado público; pero si el establecimiento es privado, es un trabajador y empleado del sector privado. Los empleados públicos, a diferencia de los privados gozan de estabilidad en sus puestos de trabajo el que solo perderán por justa causa, en cambio en los empleos privados existe la posibilidad de que el dueño prescinda sin motivo de los servicios, abonándoles una indemnización por despido incausado.
Las leyes laborales protegen a los empleados en sus derechos laborales, o sea a quienes cumplen órdenes de los patrones, pues se considera que están en una relación desigual al contratar, de subordinación, y que los empleadores podrían aprovecharse de esa ventaja para abusar de sus derechos, y los empleados cumplir mandatos excesivos por necesidad económica, especialmente en épocas de crisis, donde es difícil conseguir empleo.
El conjunto de empleados y de trabajadores autónomos (médicos de consultorio, comerciantes, abogados que atienden en forma particular, etcétera) conforman la población económicamente activa de un lugar. Es esencial entender que tanto los empleados como los trabajadores autónomos contribuyen al desarrollo económico y social de la sociedad.
Esta relación de dependencia entre empleados y jefes, obreros y patrones, fue denunciada por Carlos Marx como una injusticia del capitalismo, al que pretendía eliminar. Sin embargo, es importante recordar que, aunque el trabajo y el empleo pueden tener diferentes connotaciones y implicaciones, ambos son fundamentales para el funcionamiento de nuestra sociedad y economía.