Política económica proteccionista
La política económica proteccionista consiste en establecer en un país una serie de medidas para proteger la propia economía, limitando la entrada de productos extranjeros que podrían afectar a la producción local al entrar en competencia con ella. Para ello se gravan los productos de importación con aranceles altos, que hacen que sean más caros que los locales, y se subsidia a la producción nacional.
El proteccionismo no es una estrategia aislada, sino que forma parte de un conjunto de políticas económicas que buscan fortalecer la economía interna de un país. Estas políticas pueden incluir medidas como la promoción de la inversión en sectores estratégicos, la regulación de la competencia y la implementación de políticas fiscales y monetarias que favorezcan el crecimiento económico.
El liberalismo económico desprecia el proteccionismo, tratando de lograr mercados abiertos con libre competitividad y fue la política económica imperante durante el siglo XIX. El siglo XX, con la primera guerra mundial y la crisis de 1930, se impuso el proteccionismo, reduciéndose el comercio internacional, lo que estimuló la industrialización por sustitución de importaciones.
En este contexto, es importante mencionar que el proteccionismo puede tener efectos tanto positivos como negativos. Por un lado, puede ayudar a proteger las industrias locales de la competencia extranjera y fomentar el desarrollo de nuevas industrias. Sin embargo, también puede llevar a la ineficiencia económica, ya que las empresas protegidas pueden no tener incentivos para mejorar su productividad y competitividad.
Luego de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos promovió la libertad de comercio. Se creó el FMI y el Banco Mundial, y se firmó el Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT) que abogaba por un comercio libre y sin discriminaciones, sin que se establecieran preferencias comerciales. Sin embargo, el Estado de Bienestar protegió a las industrias locales, destinando a ello parte del gasto público, lo que motivó la vuelta al irrestricto librecambio.
En Argentina, hubo una gran apertura de la economía cuando José Alfredo Martínez de Hoz, ministro de economía que se desempeñó durante la dictadura militar, entre los años 1976 y 1981, permitió el ingreso de productos extranjeros para impedir la suba de precios locales, que al competir con los bajos que venían del exterior, deberían venderse también baratos. La consecuencia fue la crisis de las economías locales, la especulación financiera y la nula inversión.
Si bien se hace casi imprescindible en el actual mundo globalizado la práctica de la libertad comercial, los extremos como vimos, son sumamente peligrosos. En este sentido, es crucial encontrar un equilibrio entre la apertura comercial y la protección de la economía local.
En marzo de 2011 el actual gobierno argentino amplió de cuatrocientos a seiscientos los productos que se deberán sujetar a las licencias no automáticas de importación, por lo cual los importadores de esos artículos deben para operar pedir una especial autorización, aplicando de este modo un cierto proteccionismo a su economía. Este tipo de medidas, aunque pueden ser controvertidas, reflejan la necesidad de los gobiernos de proteger sus economías en un mundo cada vez más interconectado y competitivo.